miércoles, 31 de octubre de 2012

… y sigue girando


No sabes cuántas revisiones y cuántos borrones realizas en el Editor de Texto. En ocasiones quieres compartir algo y no encuentras las palabras. Aporreas las teclas sin sentido, distraído y no aciertas. En otras, sin embargo lo haces de lleno. Curiosa y personalmente esas ocasiones en las que el acierto es esquivo llegan cuando la "conversación" se tilda de caracteres más personales. Llegados a este punto pones sobre la mesa la realidad de este post: exacto, no sólo estará lleno de nubarrones personales sino que, a la par que escribes eres incapaz de vislumbrar cuál será su resultado final y de si en sí mismo acabarás contento en el resultado.

Y es que el todo comenzó con una llamada. Esas notas, ese "ruido" que escupe el teléfono y esa voz encasquillada que te hace recorrer 2.000 kilómetros. Cuando bajas del avión las piernas se creen brazos y la situación, desconocida hasta el momento, se aligera al escuchar el mar y saber que "estás en casa". La familia y tu madre es una directa al mentón que no puedes esquivar. Duele. El estómago sangra. Verlo fue aún más duro, hacía no mucho que habíais compartido por las calles del Tubo y Utebo casi acaba con él. Risas. Vacilones. Vermut. Todo en un mes. Todo en unas horas. Y entonces te vas, y lo más gordo está por llegar. Te das cuenta que el mundo no se para, que sigue girando y que la velocidad vertiginosa con la que antes creías vivir se incrementa hasta hacerte vomitar. Te crees fuerte. Gira. 

Y pasan los días. Familia. Amigos. Pero nada dura eternamente y esa calma relativa se esfuma entre papeles y esperas. El Bourbon riega la garganta que antes amargaba una sonrisa y esto sigue girando. Novato. ¿Y quién no? Cuando piensas que estás llegando al final, el calendario te pone en tu sitio y te avisa que ha pasado un mes. Un puto mes y las mismas imágenes siguen rondando tu cabeza. Y da vueltas. Finalmente, abrazas el cambio tan fuerte que se rompe. Se hace añicos. Y sigue girando.

La última foto que te hiciste con él sigue impresa en tu mente. Ese momento. Lo vuelves a compartir. Risas. Vacilones.



El acelerador remite en la presión y entonces respiras. Y recuerdas esa imagen que últimamente corretea por Twitter. Y decides que también merece la pena compartirla. Si todo fuera más fácil. No se equivocaba Quino. Claro que no. Le echarás de menos. Él también. Abrocha el cinturón porque esto, sigue girando.